LCDO. DORANTE LEAL, JAVIER
ALEXANDER.
LCDO. MONTIEL MONTIEL, JUAN JOSÉ
MARACAIBO. MARZO. 2002.
“A
MODO DE INTRODUCCIÓN…,”
“Es
así como ha existido una filosofía oriental, una filosofía griega, una
filosofía romana, una filosofía alemana, una filosofía inglesa, una filosofía
francesa y como es necesario que exista una ‘filosofía americana’. Hemos
nombrado la filosofía americana y es preciso que hagamos ver que ella puede
existir”. (Alberdi, 1840).
La
filosofía latinoamericana surge con la entrada de las corrientes que dominaban
el pensamiento en la España colonizadora. Sería “pecado” dejar en la oscuridad
todo el pasado cultural de nuestros padres, los indígenas. Pero es de notar que
nuestra cultura desde sus inicios ha sido marcada por la impronta del
colonialismo y por su despegue de nuestra propia cultura. Por esto, es que
surge como tal una filosofía latinoamericana: por las presiones y reacciones
sociales que se originan en la vida de un pueblo.
Lo
cierto es que ya la tenemos. El problema ahora es tener conciencia de qué
estamos haciendo.
Latinoamérica
necesita una filosofía de lo posible, una que no dependa de nada ni de nadie;
necesita una filosofía -que aprovechando lo recibido- de nuestras propuestas al
continente: una filosofía de lo posible es aquella que sea libre y que por
tanto libere al hombre latinoamericano de la esclavitud de pensamiento.
Esta
filosofía se ve esclavizada en la medida en que el ser latinoamericano pregunte
y responda: ¿Dónde estamos? Necesitamos saber lo que nos rodea, cuáles son los
pro y contra. En esto se marca el futuro: en la visión esperanzadora de una
Latinoamérica libre y productora.
Hay
pues, una filosofía latinoamericana; el producto final será, dar herramientas
al hombre y a la mujer latinoamericanos
a lo posible, al cambio, a, al acceso de una sabiduría escondida en las
tierras que una vez lucharon para ganar una batalla de futuro…
1. “UNA FILOSOFÍA DE LO POSIBLE.”
Al
hombre latinoamericano poco le interesa el pasado y el presente, sueña más con
el futuro; y es precisamente con la experiencia que se construyen los sucesos;
estamos a la expectativa de todo, sobre todo, de nosotros mismos; ya que poco a
poco, nos damos cuenta que ese hombre latinoamericano que soñábamos o
imaginábamos se va haciendo cada día más realidad. ¿Y cómo se va gestando esta
realidad? Con la experiencia.
Hay
otro punto digno de meditar sobre la experiencia: La influencia que hemos
tenido para producir una idea o un pensamiento. Consideramos una filosofía que
tiene principios generales y específicos. Pero, la filosofía no es igual para
todos, no todos la entienden igual... y si hay una filosofía alemana,
musulmana, ¿Por qué no ha de haber una filosofía latinoamericana?.
Dentro
de la esencia del pensamiento, surge el historicismo de la filosofía como expresión máxima del quehacer del hombre. Al
igual que surge un hondo sentimiento nacionalista en los países no
occidentales, que algunas mentes la conciben como una peligrosa reacción
antioccidental. Este sentimiento nacionalista se expresa como una demanda de
identidad. La occidentalización ha trascendido sus propias matrices. Su obra es
ya obra de todos los pueblos y hombres que han recibido su impacto y la han
transformado en algo propio. En nuestra América la occidentalización, nunca dio
resultado; por eso se ha elegido la americanización de la cultura heredada.
Dentro
de este pensamiento, se presenta un afán deseoso de incorporación dentro de lo
universal, es decir, el latinoamericano desea establecer un consenso de
universalidad de pensamiento. América es un remedo de pensamiento europeo.
Surge la necesidad de suprimir un pasado lleno de contradicciones. El hombre
latinoamericano, buscó de una forma, la emancipación de su pueblo, sin darse
cuenta que su mentalidad tenía cierta conexión con lo occidental.
Dentro
de esta emancipación surgen dos conceptos importantísimos vistos por los mismos
españoles; veían el odio de los Americanos como una “lealtad” hacia su ideal de
identidad y a los sentimientos de los libertadores lo llamarán “patriotismo”,
es decir, una lucha entre el progreso (Ideales liberales) y el retroceso
(Costumbres permanentes de España), surge el sentido de “nacionalismo”, lo que
si está claro es que el latinoamericano, nunca podrá realizarse como identidad
propia, es decir la herencia española existirá en nosotros como una enfermedad
congénita.
del
hombre que sigue luchando en Latinoamérica por una verdadera libertad. Sí;
somos libres, pero esclavos. Podemos afirmar que no “Dependemos” políticamente
de nadie, pero nuestra raíz cultural está alimentada por ideales europeos. No
se trata aquí de una guerra de armas, para demostrar quien es el más fuerte, se
trata más bien de volcar nuestro espíritu a la realidad que tenemos:
LATINOAMÉRICA. Tenemos que “independizarnos” de la forma de pensar, actuar y
hasta juzgar de la Europa-España que alguna vez nos “conquistó”, aunque como
vemos sigue de alguna forma “Conquistándonos”. Por esto, necesitamos una nueva
lucha de libertad, una lucha ya no externa, sino interna, una lucha cotidiana:
la de las ideas. Tenemos que devolver a Latinoamérica su vida propia. Y esta
educación sólo se hace posible con la total apertura de a la EDUCACIÓN. La
educación que se quiere, tiene que ser sinónimo de justicia, equidad,
fraternidad, intelecto y cultura... esta es la acción más inmediata que se
tiene que hacer después de la BATALLA. Latinoamérica necesita la emancipación
mental para seguir construyendo con su vida una filosofía Latinoamericana.
Afrontábamos
con serenidad y esplendor el hecho de que Latinoamérica necesita de la “batalla
sin armas de fuego”, sino con el “arma de la educación”, para definitivamente
ganar la “guerra cultural” a la Europa que alguna vez nos “conquistó”. Para
esto es necesario que se descanse, se respire y se vean en otros un ejemplo.
Dentro
de este concepto de emancipación, se concibe la idea de “educación para la
libertad”, la educación como instrumento de formación del hombre; que consistía
en un pensamiento libre de dogmatismo ideológicos. Si se logra que los hombres aprendan a pensar libremente también se
logrará que aprendan a ser libres en el camino de lo político. De la
independencia de pensamiento habría de derivarse la independencia política.
Se habla de una nueva filosofía como base del orden, es decir, partiendo de las
necesidades, no con un carácter universal, sino, con un carácter particular
demográfico, o sea la necesidad del propio lugar (la identidad), buscando como
salida una filosofía polítco-social. La conciencia colectiva debía estar
orientada hacia intereses comunes que no apunten hacia un conjunto de
pensamientos falaces o quimeros, sino, hacia una práxis de la experiencia
positiva. Dentro de este pensamiento nacía una especie de desconfianza a la
religión, muchos pensadores consideraron a la religión como una forma
subyugamiento del hombre. este temor toma un nombre (Cousin) eclepticismo, que
es considerada por Luz y Caballero, como remedo del escolasticismo; por tanto
era peligroso para el progreso de la juventud americana.
¿Cuál
es el ideal que se pretendía para América? Era simplemente saber elegir en ser
un hombre de progreso y no aferrarse a un sentimiento colonial, ese era uno de
los ideales de Simón Rodríguez, educar no teóricamente, sino educar con
sentimiento patriótico práxista, enseñar a amar la patria, a trabajar por el progreso.
La
Filosofía Latinoamericana está basada en la cultura del hombre. La experiencia
se ve ligada a lo que hace y lo que lo hace hombre, es decir, aquello en lo que
más relación tienen. Buscar un Nuevo Humanismo. Este concepto enfoca a la
realidad que le es propia y, dentro de esta realidad, al hombre que la vive y
le da sentido, es decir crear una fenomenología antropológica del
latinoamericano en sus diversas expresiones nacionales, “aforismos”[1],
filosofía y cultura: que pretenden situar a este hombre concreto de la realidad
humana, es decir, la expresión de hombre para todos. El latinoamericano, en
cualquiera de sus expresiones concretas, no es sino pura y simplemente un
hombre, un hombre concreto, en situación como cualquier otro hombre del mundo.
Al
hablar de un Nuevo Humanismo, se está hablando de hacer sentir la identidad del
hombre latinoamericano, como si se hablara del europeo, o cualquier otro
habitante de la tierra, es decir, todos son iguales, aunque exista una
diversidad de expresiones culturales, por eso, el latinoamericano quiere hacer
sentir; a nivel de pensamiento, de cultura; lo que este hombre haya elaborado,
sirva como modelo para otros.
El
humanismo europeo era visto como el arquetipo de todo pensamiento, de carácter
exclusivista, ante el cual, toda expresión humana debía rendir una especie de
reverencia. Era el humanismo desde arriba hacia abajo, arriba se situaba el
hombre (europeo) abajo los hombres (los demás). El Nuevo Humanismo, el
humanismo que buscan y aspiran los pueblos latinoamericanos, es una que se
ubique al ras del otro, es decir, uno que empiece desde abajo hacia arriba, que
parta de las necesidades de la realidad latinoamericana, del hombre concreto,
situado en circunstancias, hacia al hombre como expresión y sentido de todos
los hombres, creando así un sentimiento nacionalista de la cultura
Latinoamericana, un nacionalismo ajeno al europeo.
Al
latinoamericano le toca demostrar que tiene raíces indestructibles en nuestra
naturaleza y en nuestra historia: que participando en una pluriculturalidad
americana, constituye una entidad perfectamente distinta de otras. Pero una vez
demostrada esta personalidad, una vez captada la originalidad de nuestra
situación deberá pasarse, a una tarea más universal y por ende más humana.
El
pensamiento en Latinoamérica se ha encontrado con el hombre, pero no con el
hombre como una abstracción, sino el hombre con sus peculiaridades, la cultura
y la piel que hacen de él una persona concreta y no una abstracción. No debemos
tener la necesidad de mirar a otros para poder actuar, tenemos que mirarnos,
primero, a nosotros mismo, es decir, Descubrir Nuestras Raíces.
La
cultura del hombre latinoamericano, rica de por sí, era el factor para hacer
una posible filosofía autóctona. Pero, antes de discutir sobre una filosofía
latinoamericana es menester del hombre preguntarse, si posee o no una propia
cultura con la que se identifique plenamente y en la que sea capaz de
desarrollarse como persona. La respuesta de esta cuestión sólo la poseemos los
hombres -varones y mujeres- que habitamos esta tierra.
Latinoamérica se puede considerar como un feto, que
estando en el vientre de su madre, quiere nacer. Y ese nacimiento traerá
consigo el crecimiento y la independencia del niño que se convierte en un
hombre. Aquí está la hazaña. Latinoamérica está “grande” tiene que dejar de
“tomar” para “comer”. Este ha sido el planteamiento de años, y ¿qué se ha
logrado?, sencillamente aquella comparación de Hegel con el “amo y el esclavo”.
Mejor que siga por esta senda: “el esclavo se convierte en el amo de su amo, y
el amo en el amo de su esclavo”. Pero, si sigue por este camino, no sería lo
mejor y lo más consecuente. Se requiere “eliminar” a Europa que nos sigue
considerando como indios, que necesitan cultura y conquista. No se quiere el
arma de la guerra, sino el arma de la intelectualidad: L filosofía. Aunque es
un arma de doble filo, es una de las armas más potentes.
¡Latinoamérica
tiene que ser realmente libre!, copiar otro modelos (aunque no el europeo)
inmediatamente nos subordina a la dependencia. ¡Qué difícil se nos hace! pero,
¡ cuánto lo anhelamos!. Tenemos mucha hambre y pobreza, pero también tenemos
fuerza, empeño y valor: sólo hay que sacarlo. Tenemos que independizarnos de
todo, sin caer en el extremo de la superioridad, “porque no hay pueblos
superiores, sino oportunidades superiores”[2].
Además, “por Europa, por nosotros mismos, y por la humanidad, compañeros, hay
que cambiar de piel, desarrollar un pensamiento nuevo, tratar de crear un
hombre nuevo.”[3]
Hoy
por hoy muchos filósofos latinoamericanos nos han legado el pensamiento
precursor de crear una nueva filosofía, que esté libre de todo gobierno
totalitarista, ajena a la realidad Latinoamericana, es decir, crear un
pensamiento, que esté enmarcado en la realidad histórico-social de nuestras
comunidades y que sirvan de empuje para salir del subdesarrollo. En concreto,
una filosofía que fuese expresión de nuestra realidad, y, no un nuevo intento
de imitación de la cultura Ibérica. Es decir, una “Filosofía Americana”, que
debía ser según él, esencialmente política y social en su objeto, ardiente y
profética en sus instintos, sintética y orgánica en su método, positiva y
realista en sus procederes, república en su espíritu y destinos. Esto parece
algo utópico, sin un elemento, que es esencialmente necesario para aquellas
civilizaciones que aspiren tener una autonomía intelectual. Este elemento se
llama “Libertad” La única forma de poder crear una filosofía auténtica y
liberadora; se dá solo desde la situación histórica, sin crear una
inauténticidad. A lugar, se crea desde la superación del subdesarrollo y de
la dominación, por consiguiente puede haber filosofía auténtica, siempre y
cuando superemos el hecho histórico del subdesarrollo y de la dominación. Si la
filosofía o nuestros intelectuales, no asume esta realidad, sino que, deciden
asumir las intelequias extranjeras se estaría haciendo un simple remedo de lo
que se hizo en otras épocas, ser unos enajenados de la antigua occidentalidad.
Parece ser una condena perenne, el no poder superar el subdesarrollo de nuestra
tierra, pero toca asumir la actitud de aquellos emancipadores, que a capa y
espada les toco batallar por una libertad y una identidad. Por ello, la
auténtica filosofía de liberación latinoamericana no puede ser algo por
alcanzar, sino algo que se debe ya estar haciendo.
2. ¿DÓNDE ESTAMOS?
Para
hablar de una ubicación sobre nuestra realidad como hombres y como pensamiento,
como identidad, como cultura, como latinoamericanos, descubrimos que sólo somos
un sustantivo continental, en el que se han desarrollado una serie de
acontecimientos en pro de una autoidentidad, pues, la identidad, ya está
impresa en el acervo cultural y cotidiano de este hombre en particular. La
autoidentidad sería en este caso, la posibilidad de un aforismo auténtico y no
un remedo de intelequias ajenas a Latinoamérica.
La
marginación del hombre latinoamericano desde el comienzo histórico de la
colonización ha afectado por varios
siglos; ¿de qué forma?. Sólo aquellos hombres que han visto esta situación
desde la realidad cultural, han demostrado que somos un continente
trasnculturizado, es decir, nuestra cultura fué desplazada desde el primer día
en que el descubridor puso un pie es esta tierra indígena, para que,
imperativamente recibiéramos una cultura, supuestamente, civilizadora para el
desarrollo futuro de un pueblo que empezó a pensar de otra manera, no
autóctonamente, sino alienadamente.
Tardaron
varios siglos para que el latinoamericano, se diera cuenta de la necesidad de
identificarse como hombre concreto, dentro de una realidad concreta en un
espacio y tiempo igual al del hombre europeo, de ahí surgen las famosas gestas
emancipadoras de Latinoamérica, pero así, dependíamos del extranjero, de lo
ajeno. La presencia europea había penetrado nuestros tuétanos. El
latinoamericano se dió cuenta, que tenía que hacer una nueva gesta. Crear
pensamiento, desde su subdesarrollo, desde su realidad, y para ello se ha
valido de un cuestionamiento introspectivo ¿Dónde estamos?.
Esta
parece haber sido la pregunta que ha despertado en los pensadores de nuestra
“Nación Latinoamericana” la inquietud y el deseo imperioso de la gesta
emancipadora de más controversia, “la batalla de la Filosofía Latinoamérica”
que ha sido vista como la insurrección Aforista de un continente marginado por
varios siglos. Nosotros como parte de esta “Nación” debemos ser parte de esta
campaña, luchar no en contra de otros, sino de nosotros mismos para que el
aletargamiento no nos venza y no nos haga desistir de esta tarea que apenas va
rompiendo su capullo.
Necesitamos
ser reconocidos, como pensadores y quitar la imagen de los primeros hombres de
esta tierra que creyeron animales o irracionales sólo porque utilizaban
taparrabos o wayukos. pero ignoraban que estos hombres eran y son una potencia
productora de pensamientos validos para cualquier hombre de otra nación, es
decir, una “nación productora de universalidad” que sólo necesita una
oportunidad y una escucha.
¿DÓNDE
ESTAMOS?
Estamos
en la “Gran nación de los Americanos”, raza pujante de conocimiento, de
humanismo, pero sobre todo con la posibilidad de no ser dominada por ningún
otro pensamiento totalitarista ajeno a nosotros. Podemos decir que somos una
filosofía que nació y sigue desarrollándose para luego demostrar su plena
madures a los demás que la ha subestimado.
Estamos
en el continente de la liberación y poseemos el arma para demostrarlo nuestro
pensamiento y nuestra cultura como identidad.
3. ANÁLISIS FILOSÓFICO DEL “PENSAMIENTO LATINOAMERICANO” DE LEOPOLDO ZEA.
·
Lenguaje. Expresarse
a través del lenguaje es el factor fundamental de toda comunicación. Cuando
alguien escribe en su idioma lo hace para su propio pueblo, ya que la
traducción muchas veces limita el verdadero sentido de la vida expresada.
Leopoldo Zea se envuelve muchas veces en palabrerías y no es concreto. La
verdadera sabiduría es aquella a la que todos o la mayoría pueden acceder.
·
Remedista.
Muchos análisis de Leopoldo Zea dan a simple vista la impresión de que
copia en líneas, lo antes expuesto en capítulos. Otra característica es la
constante repetición de ideas. No es lo más adecuado. El ser remedista ha
llevado al autor a reitera planteamientos hechos por otros de su época.
·
Irreligioso.
El hombre -universal- es un ser religioso por naturaleza. Lo religioso
va unido a la trascendencia: un hombre capaz de solucionar problemas que se
escapan de la pura racionalidad. Zea parece desconectar del hombre
latinoamericano el sentido de la religión. Ciertamente, la religión organizada nos
vino de Europa, pero, nuestros indígenas ¿no poseían una?.
·
Liberadora.
El ser humano es creativo. Es capaz de “romper esquemas”. Positivamente
Zea propone una filosofía cultural latinoamericana que nos libere de “las
cadenas” que no nos dejan pensar y actuar. Una filosofía liberadora es aquella
que hace que el hombre piense...
·
Aforista. No podemos negar que
Leopoldo Zea es un hombre adentrado en filosofía, es un verdadero
“intelectual”. Conoce y profundiza en la filosofía. Es importante cuando se
plantea una solución conocer sus causas, contexto y esencia. Ésta es una de las
características que más podemos resaltar del autor: consagrado a filosofía
latinoamericana.
·
Contradicción
Este autor emplea un modo especifico para referirse a las realidades que
aquejan a nuestro continente, por ejemplo habla de un desprendimiento del modo
de pensar, pues pensamos como pensaron y piensan los europeos. Habla de romper
estos esquemas, pero lo contradictorio del caso es que dice que tenemos que
imitar otros modelos de pensamiento, con la salvedad, que no sean europeos.
·
Neopositivismo
Muchas partes de Américalatina, fue poblada por muchas corrientes
filosóficas, pero la de más auge fue la positivista, que consistía en un
pensamiento libre de dogmatismos ideológicos, es decir una praxis de la
experiencia positiva, que consistía en una atención de los hechos, repudio a la
metafísica y sobre todo una hostilidad en contra de la religión. Ahora Leopoldo
Zea, presenta un nuevo mirar a un estilo semejante a este, pero, con la
diferencia, que éste nuevo pensamiento viene del norte, él dice que si de
verdad queremos la libertad debemos imitar el estilo norteño, pues, concibe la
libertad como un hecho empírico. Podemos decir, entonces, que este autor de una
u otra forma apoya esta modalidad norteño.
·
Culturalidad
Leopoldo Zea, cuando habla de una posibilidad de filosofar
latinoamericanamente, se refiere, a una filosofía netamente cultural, que se
hace dentro de una cultura, para una cultura y por una cultura, donde el hombre
latinoamericano exprese su pensamiento como identidad, pero entendamos que esta
cultura es a la vez una pluralidad cultural que expresan la identidad
Latinoamericana.
·
Progresista Es progresista porque es una
filosofía que nace del subdesarrollo y busca sobre todo el desarrollo del
hombre concreto, y que a la vez una universalidad de conocimientos que sean
como paradigmas para los otros hombres. Una filosofía accesible.
·
Sentimiento Latinoamericano. Leopoldo Zea a través de su pensamiento
a demostrado tener claro, el ¿por qué de su pensamiento? al tratar de crear un
pensamiento latinoamericano que identifica la capacidad productiva del hombre y
en concreto el hombre latinoamericano, y, ya no seguir imitando lo de afuera.
Este sentimiento se convierte entonces en la filosofía de América.
4. PROPUESTAS PARA UNA FILOSOFÍA LATINOAMERICANA.
a.
Experiencia.
Si
queremos realmente crear una filosofía Latinoamericana hay que partir
del quehacer cotidiano del hombre como materia prima. Creemos en una filosofía
que haga el hombre con su experiencia con su cotidianidad. Una filosofía que no
sea capaz de dar herramientas y conocimientos al mismo hombre es simplemente un
conjunto de líneas vacías, de palabrerías, más no, llenas de sabiduría. No es
caer en empirismo, es abrir la filosofía a quienes está dirigida. Es ubicarse
en todo un contexto.
Aquí
radica entonces la diferencia de una filosofía latinoamericana, con respecto a
la filosofía europea, por ejemplo, en que la “experiencia marca la diferencia”.
Queremos una filosofía que haga progresar a los pueblos, que quiera cambiar
aquello que desde hace décadas los hombres y mujeres latinoamericanos han
querido superar. Y esto lo lograremos, a través, de la experiencia de la misma
persona americana.
b.
Educación.
Ciertamente,
la filosofía no puede caer en simple lenguaje coloquial. Necesitamos de un
lenguaje sencillo, pero lleno de “sabiduría”. ¿cómo lo entendemos? La educación
es un arma petrificada en el quehacer del hombre. El educar tiene que dejar de
ser un simple “instrumento” de obtención de títulos para convertirse en la
“defensa” a tantas tendencias libertinas que se presentan. La educación es para
la vida, para desarrollar en el ser humano, su capacidad racional, su cultura,
su quehacer.
La
filosofía latinoamericana debe tener como “carta bajo la manga”: la educación.
La filosofía la hace el hombre, para responderse sobre varias interrogantes
propuestas. Hoy en día se está alienando a la persona para que deje de
“pensar”. ¿Nos estamos dejando influir? ¿Cómo combatirla? Con la educación para
la vida-filosofía.
c.
Religión.
América
Latina a superado la concepción de una filosofía positivista, no trascendente,
puramente científica-empírica. Abrirse a la trascendencia es abrir un abanico
de posibilidades de cambio a la que la filosofía está llamada por naturaleza. El hombre es
social, político... y también religioso. Aquí no se trata de reflexionar sobre
las dos hipótesis, si Dios existe o no existe. Es reconocer que la pura
racionalidad no llena las expectativas de la persona humana. Tenemos que de la
persona humana. Tenemos que intensificar -también- nuestro estudio en la
trascendencia, en la religiosidad del hombre, que es innata.
Latinoamérica
está impregnado de religiosidad, aprovechándola para seguir desarrollando con
pensamiento que sacie nuestra propia sed y que alimente nuestra propia hambre.
d) Etnología.
La
etnología, sería en este caso la integración del pensamiento étnico como parte
fundamental de nuestra identidad, no podemos seguir atendiendo sólo los
problemas políticos y sociales. Aquí vale, decir como en el caso de la Teología
de la Liberación, aplicar una opción concreta a un sector de la cultura, y que
mejor que la cuantiosa diversidad de etnias presentes y existentes en nuestro
continente, así podríamos entender un poco, el por qué de nuestra marginación.
Crear una “Etnofilosofía”, claro que se ve un poco difícil, pero vale la pena
hacerlo desde nosotros, pues, ya muchos europeos ya lo han hecho.
e) Interculturalidad.
La
Interculturalidad no es otra, que el diálogo entre las culturas, es una
propuesta ya trabajado por Raúl Fornet-Betancour, pero que día a día está
tomando mucha vigencia ante el fenómeno de la GLOBALIZACIÓN, lo que buscamos no
es un solo modo de pensar, sino, un diálogo de culturas que conformen un
pensamiento auténtico y praxista.
f) Antropología.
Sabemos
que la antropología ha sido muy tocada por muchos filósofos, se han nombrado
una antropología alemana, francesa, medieval contemporánea, etc., etc., pero
por qué no hablamos de una en particular, una antropología latinoamericana, que
sea producida por pensadores propios de la región y continente. Una
antropología que parta de una realidad del quehacer cultural del latino, una
que sea etno-cultural, de esta antropología estamos hablando.
“A
MODO DE CONCLUSIÓN…,”
“Los
pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud…, leen para
aplicar, pero no para copiar”. (José Martí, 1891).
¡Latinoamérica, a ti te
digo, levántate!
Una
filosofía latinoamericana debe centrarse en la “indagación cultural”. La
educación es el arma que consiste en prolongar, como una especie de “tradición
oral” los principios, objetivos y finalidades del estudio sistemático y
analítico de la filosofía cultural latinoamericana. Para esto es
necesario que el hombre y la mujer de este continente se den cuenta de que son
ellos los primeros promotores de su cultura; es necesario un despertar a la
filosofía.
Latinoamérica
tiene que abrirse a la trascendencia, aprovechando toda la riqueza que posee,
para tener una mejor visión de conjunto…, es posible no solo una filosofía,
sino los hombres capaces de hacerla.
La
educación, la religión, la intelectualidad son algunas armas con las que
podemos hacer cada día una mejor filosofía, pero, Latinoamérica no producirá
una filosofía liberadora, sino cuando los habitantes sean capaces de liberarse
ellos mismos de la esclavitud, de la pobreza, de la “cruz de cada día”…
¡Abajo cadenas, gritaba el
Señor!
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